Titán es uno de esos bastiones que existen dentro de la oferta de música mexicana proveniente de la década de los noventa, y es al día de hoy los poquísimos pioneros sobrevivientes de esa hoy tan asimilada tendencia generacional surgida en la colonia condesa de la Ciudad de México, plagada de jóvenes de escuela privada (la verdadera clase media mexicana) fascinados, no sin ironía, por cualquier manifestación considerada baja cultura (sonideros, cine de ficheras, cumbias, telenovelas, libro vaquero…), y apropiándose de sus códigos para producir música, películas, diseño, arte visual… estrategia que el grupo siempre ha practicado con resultados muy logrados y competentes dentro de la media.

Para este cuarto álbum en 32 años, el trio conformado permanentemente por Julián Lede y Emilio Acevedo, muestra un cambio muy sustancial en su configuración, pues deja fuera a Jay De La Cueva, elemento que formó parte del proyecto por 25 años reemplazando a Andrés Sánchez (Sánchez Dub), y que ahora es sustituido por el célebre músico y productor Yamil Rezc, lo cual quizá no tiene una repercusión tan importante en lo sonoro como en lo conceptual, pues aunque es claro que no es su trabajo mas memorable o mas singular, si da la impresión de ser el mas libre y con menos necesidad de ganchos comerciales en su carrera, lo cual les mantiene interesantes después de tanto tiempo.

En nueve cortes de impecable factura, primordialmente instrumentales, como en sus inicios, abordan esas temáticas que tanto les gustan como la banalidad, lo lumpen, la decadencia o el fin del mundo siempre desde una perspectiva llena de cinismo, sin embargo es notorio que recurren a ciertas fórmulas que a estas alturas ya resultan chistes viejos, como citar a Gerardo y El General o samplear virales como el “niño predicador” o “quedas advertido”, recursos de los que está repleto el disco, aunque se entiende que son una marca de la casa.