Treinta años exactos hace que toda una generación conoció la afectada voz y la sombría personalidad de Beth Gibbons, elemento clave de uno de los álbumes que cambiaron el rumbo de la música popular en los años noventa, Dummy de Portishead ya permitía vislumbrar el tipo de autores que configuraban el proyecto, y por parte de la nacida en Devon y establecida en Bristol Inglaterra, era claro que una carrera musical, acompañada por sus colegas de grupo o por su cuenta no sería un paseo de domingo, y en lo dicho, mientras con Portishead ha hecho una extraordinaria discografía a cuentagotas, y por su cuenta ha firmado un álbum en colaboración con Rustin Man, sobrenombre del bajista de Talk Talk Paul Web, y ha grabado su voz en una reinterpretación de la sinfonía Nº 3 de Gorecki dirigida por Krzysztof Penderecky, es hasta ahora que edita un álbum por completo firmado a su nombre.
Como es evidente, el tiempo que se toma para componer y configurar un disco no es poca cosa, en 2013 Domino Records había anunciado el fichaje de Gibbons quien comenzaba a trabajar en un álbum solitario, y diez años le tomó llevarlo a cabo, trabajando en conjunto con el productor y multiinstumentista estrella del momento James Ford, quien además de formar parte de Simian ha grabado decenas de artistas que van de Arctic Monkeys y Gorillaz a The Weave o Billy Ryder-Jones, acompañante que parecería inusual para un disco como este en la teoría, pero que ha sabido dimensionar de manera extraordinaria, y con la producción adicional del también ex miembro de Talk Talk Lee Harris, quienes aportan una generosa cantidad de instumentaciones al álbum y coescriben arreglos de cuerdas y alientos con ella, que ejecuta el colectivo Orchestrate de Londres acompañado de diversos músicos de sesión.
Lo que Lives Outgrown va dejando al descubierto a lo largo de tres cuartos de hora, es por completo lo que podría ser cualquier obra permeada por el carácter de la autora, no hay truco, no hay sorpresa, Beth Gibbons hace canciones que son como musgo que crece en la humedad, con una naturalidad fuera de lo común se adentra en los recovecos del freak folk y los embadurna de espesa sicodelia, con instrumentaciones electroacústicas que igual provocan disonancias propias de la clásica contemporánea, se emparentan con tradiciones árabes o gitanas, o se entrecruzan con grabaciones de campo, pero siempre encaminadas en el rumbo por el que la voz cantante nos quiere llevar, en el que nos comparte la apesadumbrada perspectiva de una mujer que a sus 59 años, comprende cada vez menos el mundo que le rodea.