Es poco común que un grupo sufra una pérdida tan grande tras la salida de un integrante que no es frontman, líder o compositor principal, pero el tiempo ha mostrado que tanto se sostenía Pixies de la muy carismática personalidad de su bajista y de vez en vez voz principal Kimberly Ann Deal, quien tras años de conciertos de reunión, abandona al grupo por completo en 2013 argumentando que no encontraba ninguna razón para que entraran al estudio a grabar material nuevo, de entonces a la fecha volvió a juntarse con The Breeders quienes grabaron un quinto álbum, pero la semilla de publicar su primer disco solista ahí se encontraba germinando lentamente.

Este debut tuvo un proceso de composición lento, y fue atravesado por perdidas personales que aplazarían su concreción, grabándolo poco a poco por mas de una década, en su sótano y al menos cinco estudios diferentes, cuenta con un ejercito de tremendos colaboradores como su hermana Kelly Deal, Jim McPharson y Mando López exintegrantes de The Breeders, Jack Laurence de Raconteurs, Raymond McGinley de Teenage Fanclub, Josh Klinghoffer ex Red Hot Chili Peppers, Britt Wallford de Slint, además de secciones de alientos, de cuerdas y múltiples técnicos entre los que destaca la última colaboración que hizo con Steve Albini, la mezcla de Martha Salogni y la masterización de Heba Kadry.
El álbum es todo lo que se podría esperar de una artista con sus credenciales, para bien y para mal, y es que aunque en ninguna de sus canciones ofrece la menor sorpresa y se mueve por completo dentro del sonido por el que es bien conocida, principalmente con The Breeders, si encontramos diversidad en los ritmos y en los tratamientos, medios tiempos clásicos con arreglos de cuerdas, baladas a la usanza de los años cincuenta de esas que tanto gustaba usar a David Lynch en sus filmes, arreglos de metales amariachados, rock alternativo de los años noventa, todo pasado por el encanto que le caracteriza.