No me cabe la menor duda que uno de los cantautores más prolíficos en lo que va del siglo es el compositor, multiinstrumentista, productor y performer nacido en Detroit, Estados Unidos, Sufjan Stevens, quien desde su primer álbum publicado en el año 2000 ha demostrado una enorme virtud compositiva, un abanico amplísimo de posibilidades creativas tanto dentro de los parámetros de la tradición como de la experimentación, y por si fuera poco un amor por el perfeccionismo tanto en la confección de canciones, como en sus desarrollos sonoros y la conceptualización de sus conjuntos en álbumes que van de lo brillante a lo perfecto.
Lamentablemente año 2023, marca un antes y un después en la vida del cantautor, pues por un lado ha sido diagnosticado con el síndrome de Gillian Barré, enfermedad neurológica que le ha afectado la movilidad en manos y piernas y cuya recuperación es tardada, y por otro lado la pérdida de su pareja Evans Richardson IV, quien falleció en abril de este año, y a quien le dedica por completo su mas reciente álbum editado en octubre pasado, grabado e interpretado por el, junto con diversas voces femeninas invitadas y las guitarras de Bryce Dresner (The National) en un corte.
Sorprende al conocer el contexto alrededor de la edición de Javelin, aún cuando fuera compuesto antes de su trágica pérdida y grabado antes de ser hospitalizado, percibir como cada tema se enfrasca en una dicotomía entre el dolor y el júbilo que se puede experimentar en las diversas relaciones amorosas que marcan una vida, pues se podría decir que ese es el tema central del disco abarcado desde diversas perspectivas como la inocencia infantil, la conciencia de la muerte, lo religioso o el amor de pareja, mientras que musicalmente hace un despliegue portentoso de todos los Sufjan Stevens posibles en un solo conjunto de 10 canciones.